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Teoría y estilos de apego

  • Foto del escritor: MentePrisma
    MentePrisma
  • 18 sept 2020
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 18 sept 2020

La teoría del apego o vínculo afectivo fue postulada en 1969 por el psiquiatra y psicoanalista inglés John Bowlby, se desarrolló hasta la década de 1980 y se contacta con las teorías etológicas de Konrad Lorenz. Creció de la mano con instrumentos de investigación y observación clínica como “Situación extraña”, técnica implementada por la psicóloga estadounidense Mary Ainsworth. Esta teoría ha ofrecido herramientas para muchos campos de investigación así como en la terapia e intervención psicológica y constituye actualmente uno de los planteamientos teóricos más sólidos en el área del desarrollo socio emocional.


Con esta nueva postulación se evidenció la gran necesidad inherente del bebé de formar vínculos con sus cuidadores como principio fundamental para la supervivencia independiente de otras necesidades sumamente importantes como la de obtener alimentos. Esta conducta aunque es instintiva no es un modelo estático, por el contrario, la búsqueda de vínculo es un comportamiento que inicia y se desarrolla a partir de un complejo y fluctuante conjunto de estímulos a los cuales no siempre habrá la misma respuesta. Bowlby planteó que es un plan programado que incluye la corrección de objetivos y la adaptación con base a la retroalimentación y las condiciones ambientales.


La teoría del apego enfatiza la importancia de la relación entre madre e hijo, que hoy se puede extrapolar al cuidador principal (no necesariamente la madre) y el infante. Describe la dinámica de esta relación y el efecto de las experiencias tempranas tanto a corto como largo plazo. Se logró demostrar como los bebés alcanzaban un mayor y mas saludable apego con aquellos adultos que se caracterizaban por ser más receptivos, sensibles y constantes es así como se estudió el impacto que tiene la presencia regular del cuidador durante los dos primeros años de vida del bebé. En esta etapa es cuando se desarrollan habilidades como caminar o balbucear y el individuo recure a las personas que conoce y que reconoce como figuras de apego para encontrar la confianza o el apoyo necesarios para explorar y expresarse de forma segura. Es la reacción de los cuidadores lo que le permite al niño desarrollar patrones, modelos, límites, estructuras internas que guiarán sus percepciones, emociones, pensamientos y experiencias.


“La teoría del apego es una forma de conceptualizar la propensión de los seres humanos a formar vínculos afectivos fuertes con los demás y de extender las diversas maneras de expresar emociones de angustia, depresión, enfado cuando son abandonados o viven una separación o pérdida".

John Bowlby (1998).


Es importante conocer los elementos básicos que permiten establecer los vínculos y generan un apego.

  • Conductas de apego: son aquellas acciones que el bebé realiza para comunicar su deseo o necesidad de cuidado. Actos como llorar, gritar, sonreír, seguir visual y auditivamente son formas de comunicar su demanda de atención, acercamiento y compañía por parte del cuidador.

  • Sentimiento de apego: es la experiencia afectiva que involucra sentimientos tanto hacia sí mismo y hacia la figura de apego esto genera la creación de expectativas y parámetros sobre relaciones actuales y futuras. Una relación saludable estará acompañada por sentimientos de seguridad, afirmación, satisfacción, apoyo.

  • Representación mental: hace referencia a los recuerdos e interpretación que hace el niño sobre sus relaciones de apego, los “modelos operativos internos”, mapas y planes mentales que se desarrollan con forme se acumulan vivencias a lo largo del tiempo.

El apego es la primera relación del ser humano y se establece con sus cuidadores principales que suele ser la madre o ambos padres, estos son quienes deberían proporcionar todas las condiciones de protección al recién nacido o niño pequeño, siendo receptivos a sus señales y mostrando una presencia constante y benéfica. A partir de esta importante relación se levantaran los marcos para la formación de otras relaciones interpersonales encontrando personas significativas (familiares, maestros, amigos) con las cuales se generan fuertes vínculos que permanecerán a lo largo de la vida.



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Tipos o estilos de apego


Se reconoce hoy en día que en el apego seguro el niño siente confianza en sus cuidadores. Se siente comprendido, ayudado y crece animado a explorar su entorno con seguridad y protección. En el apego seguro el individuo reconoce en sus cuidadores una figura que lo acepta y valora a pesar de cambios o circunstancias. Un niño con este tipo de apego es capaz de interactuar en su ambiente de manera espontánea y confiada, entiende los momentos de alejamiento con sus cuidadores sin sentir miedo al abandono lo que forma una persona adulta con independencia pero con fuertes vínculos interpersonales. Esta sintonía entre el menor y su figura de apego solo podrá desarrollarse si el cuidador o cuidadores se muestran atentos a las demandas del bebe y cuentan con los conocimientos y disposición para satisfacer sus necesidades tanto fisiológicas como afectivas. Este cuidado parental seguro evidencia una respuesta adecuada y oportuna a las emociones del niño, su llanto, sus expresiones, sus actividades diarias, sus sentimientos en desarrollo lo que conlleva a que todos los involucrados puedan integrar experiencias positivas y negativas de una forma saludable.


Se planteó un segundo tipo de apego llamado evitativo en el cual el infante ha entendido e interiorizado que no cuenta con sus padres o cuidadores como fuente de apoyo o seguridad. Ante esta falta de protección se desarrolla una autoestima compulsiva en la cual la persona se siente más a gusto tomando distancia emocional. Los niños con este apego muestran mayor interés por los juguetes o juegos en solitario, evitando contacto cercano o mostrando despreocupación ante la presencia o ausencia de la figura de apego. Esta indiferencia al adulto puede camuflarse como independencia y seguridad pero se ha demostrado que los menores con este vínculo evitativo presentan señales de estrés, sensación de no ser suficientemente valorados y amados y se les dificulta expresar sus emociones o incluso entender las emociones de los demás cayendo en un círculo vicioso de distanciamiento. Se ha podido comprobar que los individuos jóvenes con apego evitativo suelen actuar más literalmente a las circunstancias, con poca imaginación, fríos y aparentemente indiferentes ante las figuras de apego, intentando negar o minimizar sus sentimientos y sensaciones sin embargo cuando presentan reacciones emocionales estas son muy intensas. Una vez alcanzan la edad adulta, estos individuos pueden sostener sentimientos de rechazo ante la intimidad con otros.


En el estilo de apego ambivalente-ansioso el individuo experimenta sentimientos encontrados que suelen desencadenar un estado de angustia. Esto se debe a que el niño no confía en que sus cuidadores atiendan completamente su llamado ni sus necesidades y reina un sentimiento de inseguridad e inconsistencia. Se puede observar una conducta independiente pero no necesariamente saludable puesto que está dada por una indiferencia hacia el cuidador acompañada de un sentimiento de miedo y ansiedad en situaciones de separación así como una gran dificultad para tornar a la calma incluso si el cuidador se hace presente. Un menor con apego ambivalente crece explorando su entorno de forma restringida y preocupada, procurando no alejarse de su figura de apego sin embargo se muestra frió y distante con los adultos, busca alcanzar un nivel de autosuficiencia que le permita vivir sin apoyo emocional o afectivo externo y limita sus expresiones de miedo, ira o descontento. Si no se corrige este vínculo afectivo a tiempo, el individuo en su adultez podría llevar a cuestas la sensación de temor al desamor e inseguridad en las relaciones interpersonales. Los padres o cuidadores de estos niños son adultos que se caracterizan por ser inconsistentes, mostrándose cálidos y aprehensivos en algunos momentos pero fríos, insensibles o ausentes en otro.


Gracias a Mary Ainsworth se pudieron clasificar las conductas de apego en estos tres tipos los cuales siguen siendo estudiados y considerados en la terapia actual. En el año de 1986 Mary Main y Judith Solomon proponen un cuarto estilo de apego al cual denominaron “Apego desorganizado / desorientado” y contemplaba perfiles más complejos con relaciones padres-hijos más asimétricas y perturbadoras (Duschinsky 2015). El apego desorganizado se ha visto relacionado íntimamente con el trauma complejo, algunos trastornos de personalidad y trastornos disociativos. Este modelo expone una mezcla entre el apego ansioso y evitativo presentando al niño una confusión aún más difícil de sobrellevar. En esta categoría se resalta la puesta en marcha de los sistemas de acción (jugar, explorar, aprender) en paralelo con los sistemas de emergencia (huir, pelear, congelarse, someterse) es decir, el niño se ve sometido a circunstancias opuestas, totalmente contradictorias donde son sus propios cuidadores fuente de cuidado y sufrimiento al mismo tiempo. Estos sistemas vitales no están diseñados para activarse simultáneamente por ende el cerebro de este niño con apego desorganizado se ve forzado a desconectarse para adaptarse a la coexistencia de emociones, eventos, estímulos contrapuestos e incompatibles. Dada esta desconexión el pequeño muestra:

  • Conductas contradictorias por ejemplo buscar ansiosamente al cuidador pero inmediatamente después mostrarse aturdido, confundido y querer evitar el contacto. Movimientos incompletos, dubitativos, sin dirección o focalización precisa por ejemplo caminar hacia el cuidador en busca de un abrazo pero detenerse e ir dirección opuesta. Posturas o lenguaje corporal de temor ante el cuidador. Expresiones de confusión y desorientación intensa como deambular o merodear, cambios bruscos de afecto hacia los demás, estados de entumecimiento e incertidumbre.


"Un padre no es el que da la vida, eso sería demasiado fácil, un padre es el que da el amor" Denis Lord.




Lecturas relacionadas:

  • Bowlby, J. (1977). The making and breaking of affectional bonds. The British Journal of Psychiatry, 130(3): 201-210.

  • Gayá, B. Molero, M. Gil, L. (2014). Desorganización del apego y el trastorno traumático del desarrollo (TTD). International Journal of Developmental and Educational Psychology, 1(3): 375-384.



 
 
 

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